Esta breve historia de Colombia empieza con una caminata… Atrás quedaron las playas de Bahía Port en su natal Melbourne. Con alma de mochilero y espíritu aventurero Travis Crockett, un joven australiano, recorrió Sudamérica desde la Patagonia hasta el Mar Caribe y a su paso recuerda que muchos nativos le decían: “Colombia es muy chévere”. Eso despertó su curiosidad y al llegar al país lo pensó poco para decidir que esa sería su última parada. “Me gusta la forma en que los colombianos dan la bienvenida a los extranjeros, comparten su cultura, te hacen sentir en casa”, decía.
Algo muy similar recuerda Marie-Laetitia Lesaffre, nacida en Francia, quien a pocos días de llegar a Bogotá y durante un paseo en bicicleta por un populoso barrio de la ciudad, se vio en apuros cuando una llanta de su bici se pinchó. Un transeúnte la ayudó a despinchar y sin pedir nada a cambio solo le tendió la mano y le dijo que había llegado a un buen lugar. Pasó el tiempo y ella por si sola pudo corroborar que “Colombia tiene mucho para enseñarle al mundo”.
O qué decir de Lorenz Griesmann, un ejecutivo alemán que quiso visitar la Catedral de Sal de Zipaquirá, un templo emblemático cerca a Bogotá, pero en el camio perdió su billetera. Al llegar a la Catedral no salía de su asombro cuando, no solo los locales pagaron su entrada al lugar, sino que también lo ayudaron a contactar a sus amigos en Bogotá y a regresar a su hotel. “Berlín ya no se siente como mi hogar, la amabilidad aquí es indescriptible”, señaló
Todo ellos tienen algo en común: luego de sus experiencias se quedaron en el país y, de manera temporal o definitiva, echaron raíces y ayudaron a hacer patria lejos de su hogar, mostrando que Colombia es un país de gente cálida y hecho para cualquier persona.