Hace casi 150 años, Thomas Edison percibió que, al calentar un vástago de carbono a cierta temperatura, él emite luz y, de ese modo, creó la primera lámpara incandescente comercializable. Por décadas este fue el método utilizado para iluminar residencias, oficinas y calles de ciudades en todo el mundo, pero, después de algunos años, notaron que éste no es el medio más eficiente.
En los años 70, en medio de la crisis del petróleo, se encontró una nueva forma de emitir luz que era más económica que la bombilla incandescente, la halógena. Esta tiene el mismo método de funcionamiento que la anterior, sólo posee un filamento de tungsteno, mientras que la otra tiene uno de carbono. Sin embargo, con el crecimiento de la popularidad de las causas ecológicas, las lámparas halógenas fueron, poco a poco, dando lugar a los LED, que llegaron a su ápice a mediados de los años 2000.
Con la promesa de un gasto menor de energía, los estudios demuestran que una lámpara LED puede ahorrar un 50% más de energía que las incandescentes, y una durabilidad 10 veces mayor que cualquier otra lámpara, este medio de iluminación ha crecido cada vez más a lo largo de los años. Una encuesta de Abilux divulgada a finales de 2017 apuntó que el consumo de ese tipo de lámpara debe aumentar un 10% al año para 2022. Con ese crecimiento acelerado, un estudio reciente de la empresa Million Insights apuntó que hasta 2025 el mercado global de lámparas LED deberá valer 108 mil millones de dólares.
Hoy en día, con la tecnología en avance constante y la necesidad de las personas de tener, cada vez más, un control casi completo de todos los objetos que poseen, la conectividad entre todos – o la mayoría – de esos artículos es de suma importancia. Por esta razón, fue creado, lo que hoy se llama Internet de las Cosas (IoT), una red de interconectividad entre objetos físicos, vehículos e incluso edificios que poseen una tecnología capaz de recoger y transmitir datos, y las lámparas LED entraron en esa red.
Las lámparas LED más modernas tienen hoy la posibilidad de conectarse con diversos otros objetos e incluso transmitir los más diversos datos al smartphone de quien las comanda. Sus comandos van de los más simples como apagar y encender la luz, hasta más complejos como copiar la cuadrícula de colores de una foto y transmitirla en la casa. El LED, entre otras lámparas tecnológicas, forma parte de lo que se llama Iluminación Inteligente.
Además, con la tecnología cada vez más enfocada en la facilidad del día a día de sus usuarios, así como la seguridad de ellos, la más reciente creación en términos de iluminación inteligente es el LiFi, creado por Signify, líder en el mercado de iluminación mundial. Como dijo la periodista Anna Kellen, ese producto «parece ficción científica», pues transmite, a través de la luz, datos entre dispositivos, lo mismo que hace el tradicional Wi-fi. Los estudios de Signify apuntan que el LiFi puede ser hasta 100 veces más rápido que el Wi-fi y tiene una mayor seguridad que el último.
Con todo esto en mente y la proximidad cada vez más inminente de ciudades y casas inteligentes, queda la pertinente duda apuntada por un participante del evento Connected Lighting 2018 que tuvo lugar el jueves 9 de agosto en São Paulo: «¿Será que las lámparas, con tantas utilidades e innovaciones, van a seguir transmitiendo luz?».
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