2018 puede ser el año del Mundial, pero para los brasileños, el evento que tendrá un alcance mucho mayor es las próximas elecciones presidenciales. En octubre, más de 140 millones de electores no sólo decidirán el presidente de Brasil por los próximos cuatro años, sino también gobernadores, senadores y diputados estatales y federales.
Por primera vez en la historia de este país, los vehículos tradicionales de información (televisión, radio, periódicos y revistas) ya no tienen el poder sobre las discusiones políticas de la sociedad brasileña. Los medios sociales han sido y seguirán siendo fundamentales en la formación de la opinión.
Con un gran potencial para incentivar el debate público permitiendo la participación directa de la población, los medios sociales también tienen el potencial para generar la polarización política. Esto se debe principalmente a la manera en que accedemos a información y noticias por las plataformas sociales. Los algoritmos nos conectan a contenidos que más nos interesan y a las personas que tienen creencias y opiniones parecidas a las nuestras, dividiendo la sociedad en puntos de vista contradictorios. Este sistema también refuerza el fenómeno de la pos-verdad, en el que el hecho está perdiendo importancia en el debate político. La gente quiere leer algo que reafirme su punto de vista, sea mentira o verdad.
En medio del creciente debate mundial sobre la diseminación de noticias falsas y sus consecuencias a la democracia, el gobierno brasileño está en constante discusión con la prensa y las principales empresas de medios sociales sobre cómo combatir el problema, que también afectó a otros países como en el caso las elecciones de Estados Unidos, y en Gran Bretaña, cuando los electores votaron por dejar la Unión Europea.
Por un lado, el presidente del TSE (Tribunal Superior Electoral), el ministro Luiz Fux, ya afirmó que la elección podrá ser anulada si el resultado haya sido influenciado por las noticias falsas. Para el ministro, la propagación de fake news «destruye candidaturas y atenta contra la democracia».
En el otro lado, Facebook lanzó a principios de este año en Brasil su programa de verificación de noticias, en asociación a las plataformas de chequeo Aos Fatos y Agencia Lupa. Ambas empresas están formadas por grupos de periodistas independientes y fueron elegidas porque integran la International Fact-Checking Network (IFCN), red internacional de chequeo de datos. Después de Estados Unidos, Brasil también será el segundo país en adoptar la herramienta de Facebook que identifica anuncios de contenido político. El proceso de registro de los candidatos, partidos y coaliciones que participarán en las elecciones se inició el jueves, a partir de ahora, habrá una indicación de que cualquier anuncio político en su feed de noticias es «Propaganda Electoral», acompañado del número de identificación personal o de la empresa del anunciante.
Una de las plataformas más usadas por los brasileños, el WhatsApp también decidió limitar el encaminamiento de mensajes a 20 grupos a la vez, como forma de disminuir la posibilidad de proliferación de las noticias falsas. El foco de Twitter será comprobar y combatir lo que la empresa llama «cuentas automatizadas malintencionadas y / o que diseminan spam», perfiles falsos o los llamados robots.
El debate de cómo combatir las fake news está lejos de acabar y no es sólo un problema brasileño – varios países discuten la actualización de sus leyes sobre el asunto. La única certeza es que Internet y los medios sociales han transformado el ejercicio de la democracia y de la propia ciudadanía. No hay camino de vuelta. Ahora, queda la pregunta: ¿cómo colocaremos orden en esa confusión de informaciones e instruiremos a la sociedad hacia el progreso?