El feminismo indígena tiene raíces profundas en las culturas precolombinas, donde las mujeres han desempeñado, y siguen desempeñando, roles centrales en sus comunidades.
Eran las guardianas del conocimiento tradicional, cuidadoras de la tierra y líderes espirituales. Sin embargo, la colonización trajo consigo impactos devastadores, desestructurando estas sociedades y relegando a las mujeres a posiciones de subordinación.
A pesar de esto, las mujeres indígenas no solo sufrieron la pérdida de sus derechos, sino que también se convirtieron en protagonistas de la resistencia, luchando por preservar sus culturas e identidades.
Un ejemplo de esta fuerza es la historia de Bartolina Sisa, una líder indígena que luchó contra la opresión colonial en el siglo XVIII, representando la resiliencia de las mujeres indígenas, no solo en favor de sus pueblos, sino también de sus tierras.
La conexión entre el ciclo de la tierra y el ciclo de la mujer
La relación entre las mujeres indígenas y la tierra es simbiótica y esencial. Ellas no solo cuidan el territorio, sino que también son las principales responsables de la gestión de los recursos naturales.
Tienen un papel fundamental en la lucha por preservar sus tierras, defendiendo no solo sus derechos territoriales, sino también la biodiversidad y el equilibrio ambiental.
Esta conexión resalta la importancia de la tierra como un pilar en la lucha feminista indígena, donde la defensa del medio ambiente está intrínsecamente ligada a la lucha por los derechos humanos.
¿Qué sería de las comunidades indígenas sin las mujeres?
Las mujeres indígenas son las guardianas de la cultura y la tradición, responsables de mantener vivos los conocimientos, las costumbres, las prácticas y la lengua de cada tribu.
Son también las protectoras de los recursos naturales: el cultivo y la cosecha de los alimentos están a su cargo. Además de la agricultura, las mujeres indígenas suelen liderar movimientos en defensa de sus tierras.
Son líderes comunitarias: en muchas culturas indígenas, las mujeres son pilares en la toma de decisiones que impactan a toda la comunidad. Muchas incluso trabajan en la política para mejorar las condiciones de vida y garantizar los derechos humanos de la población indígena.También son proveedoras: además de cuidar de la agricultura y la educación de su comunidad, muchas mujeres indígenas buscan trabajo fuera de sus comunidades y venden productos culturales, como artesanías y textiles.
Son parteras y curanderas: debido a su extenso conocimiento en diversas áreas, las mujeres indígenas son referentes en el cuidado de la salud y el bienestar de sus comunidades.
Son guerreras en la lucha por la equidad de género: como las mujeres de todo el mundo, las mujeres indígenas también luchan por su empoderamiento. Sin embargo, al ser indígenas, enfrentan otros desafíos que las mujeres no indígenas no tienen.
Una lucha con muchas batallas
El feminismo indígena se enfrenta a una triple opresión: machismo, racismo y desigualdad económica. Además del sexismo, los pueblos indígenas fueron de las primeras civilizaciones en sufrir violencia debido al color de su piel.
En un intento completamente erróneo e inhumano de “civilización”, los europeos sometieron a los pueblos indígenas a masacres, expropiación de sus tierras y esclavitud, creyendo que, por vivir de otra manera y tener diferentes creencias, no tenían conocimiento.
Además de los crímenes cometidos por los colonizadores, las mujeres indígenas se encontraron en una posición de intersección que no enfrentan las mujeres blancas.
Machismo
Las mujeres indígenas no solo sufren la sexualización y violencia sobre sus cuerpos, sino que algunas también enfrentan la dominación masculina dentro de sus propias culturas.
No se puede generalizar que todas las sociedades indígenas sean machistas, ya que existe una gran diversidad entre ellas. De hecho, hay muchas comunidades que buscan equidad de género y ponen a las mujeres en posiciones de liderazgo.
Sin embargo, el período colonial y el rumbo que tomó la sociedad en su conjunto influyeron en las dinámicas sociales de muchas comunidades, introduciendo o reforzando ideas machistas y patriarcales, así como jerarquías de género que antes no existían.
Según el Instituto Igarapé, las estadísticas de feminicidios indígenas en Brasil están entre las más altas.
Racismo estructural
Aunque la llegada de los colonizadores ocurrió hace siglos, sus actos dejaron consecuencias que los pueblos no blancos siguen sufriendo a diario. La estructura que tenían fue saqueada, y su cultura, cuando no fue borrada, se mezcló con aspectos europeos.
Los indígenas son excluidos de diversas esferas, como la educación, la política y la economía, debido al racismo y los prejuicios contra su identidad. Este “borrado” también se refleja en la invasión y expropiación de sus tierras para la deforestación y el agronegocio.
Tienen un acceso limitado a la salud, la justicia y la educación. Según la Relatora Especial de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, las mujeres indígenas son frecuentemente ignoradas cuando denuncian violencia doméstica. Además, ONU Mujeres destaca que las madres indígenas tienen una tasa de mortalidad mucho más alta.
El riesgo también está presente para aquellos que luchan por la naturaleza. En 2016, la activista ambiental hondureña Berta Cáceres fue asesinada después de protestar contra la construcción de la represa hidroeléctrica Agua Zarca, realizada sin el consentimiento de las comunidades que habitaban la región.
Desigualdad económica
Los pueblos indígenas representan el 8% de la población total de América Latina, pero el 15% se encuentra en extrema pobreza. En países como México y Perú, el 70% de las personas indígenas viven en situaciones precarias.
En cuanto a los ingresos, en Bolivia y Guatemala, las personas indígenas ganan un 40% menos que las no indígenas. En Brasil, esa diferencia es del 50%.
Además, el 85% de los indígenas en América Latina trabajan en la economía informal, lo que dificulta su acceso a servicios de salud y derechos laborales.
Para obtener más información sobre la desigualdad económica de los pueblos indígenas, consulta estos recursos:
Bartolina Sisa, una figura emblemática, lideró la resistencia contra la opresión colonial en Bolivia, mientras que Rigoberta Menchú, ganadora del Premio Nobel de la Paz, visibilizó las demandas de las mujeres indígenas a nivel mundial.
Tarcila Rivera Zea, activista quechua de Perú, sufrió pobreza y dificultades al mudarse a Lima. A raíz de esto, decidió luchar por los derechos de las comunidades indígenas y hoy es un referente del feminismo indígena internacional, inspirando a muchas personas a través de su fundación Chirapaq.
También está Lolita Chávez, defensora de los derechos humanos del pueblo Quiché en Guatemala. Aunque su lucha está enfocada en cuestiones ambientales, su trabajo también está vinculado al feminismo indígena, ya que cualquier afectación a los territorios indígenas impacta directamente en el rol de las mujeres como guardianas de la tierra.
Nina Gualinga, del pueblo Kichwa de Sarayaku en Ecuador, lucha por la protección del medio ambiente y el empoderamiento de las mujeres indígenas, especialmente contra la explotación petrolera en la Amazonía.
Investiga también a otras líderes del feminismo indígena como Sônia Guajajara en Brasil, Cristina Coc en Belice, Ruth Buendía en Perú y Julieta Paredes en Bolivia.
Desafíos y conquistas contemporáneas
Hoy en día, las mujeres indígenas siguen luchando por el reconocimiento y la justicia social. Enfrentan grandes desafíos, como la explotación de sus tierras y la marginación en los procesos políticos.
No obstante, logros recientes como la inclusión de representantes indígenas en los parlamentos y el creciente debate sobre los derechos humanos demuestran que sus voces están ganando espacio.
Ejemplos como la “Campaña por la Vida de las Mujeres Indígenas” han visibilizado las cuestiones que enfrentan estas mujeres, subrayando la importancia de su participación activa en la sociedad. Movimientos como el “Consejo Nacional de Mujeres Indígenas” se han movilizado en torno a temas como los derechos humanos, la autonomía y la justicia social.
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