Se podría decir que la historia del fútbol femenino es una crónica épica de resiliencia y resistencia. Los primeros indicios de mujeres involucradas en deportes de pelota se remontan a la dinastía Han en China, allá por el año 220 a.C.
Además, los registros apuntan a la existencia de partidos de fútbol femenino en Escocia en 1790, seguidos de algunos en 1863. Sin embargo, según la FIFA, el primer partido oficial de fútbol femenino se registró el 23 de marzo de 1885, en Crouch End, Londres. Inglaterra.
También hay documentos que indican que la iniciativa más destacada de la categoría se remonta a 1894, cuando Nettie Honeyball fundó el pionero club deportivo británico, acertadamente llamado “The British Ladies’ Football Club”.
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Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), con una parte importante de la población masculina en el campo de batalla, las mujeres comenzaron a asumir roles destacados en la fuerza laboral. A raíz de esto, muchas fábricas formaron sus propios equipos de fútbol femenino.
Una vez terminada la guerra, los campeonatos de fútbol masculino regresaron, y el fútbol femenino pasó a ser visto como una amenaza. Debido a esto, el 5 de diciembre de 1921, la Asociación Inglesa de Fútbol optó por prohibir todo fútbol, o cualquier forma de él practicado por mujeres, en todos los estadios del país.
Esta medida fue revocada en 1969, dos años después de que la UEFA (Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol) asesorara a sus socios para gestionar y promover el fútbol femenino, lo que propició su consolidación durante los siguientes años en Europa.
El fútbol femenino en América Latina
La prohibición británica se extendió a otros países del mundo, como Francia, Bélgica, Brasil, Alemania y Paraguay. Al considerar la historia de la prohibición del fútbol femenino, Brasil destaca como uno de los ejemplos más emblemáticos.
El “país del fútbol” prohibió a las mujeres practicar fútbol y otros deportes durante casi cuatro décadas. Las instituciones deportivas reguladoras afirmaron que los deportes de contacto físico y de combate no eran compatibles con el cuerpo de la mujer. Esta medida fue revocada en 1979, sin muchas mejoras.
En Paraguay, en 1960, un decreto también prohibía a las mujeres practicar el fútbol, alegando que este deporte contradecía la “esencia femenina” y podría tener efectos nocivos sobre la fertilidad. Sólo tres décadas después fue revocado el decreto, permitiendo así la celebración del primer torneo experimental de fútbol femenino, en 1997.
Mientras tanto en Argentina, 1971, un grupo llamado “Las Pioneras” hizo historia luego de participar por primera vez en un equipo de fútbol femenino en el Campeonato Mundial de Fútbol Femenino (aún no oficial).
La disparidad cultural entre los países latinoamericanos definitivamente tuvo un impacto en la forma en que se desarrolló el deporte en cada país. Las prohibiciones supusieron un gran revés y, hasta el día de hoy, las mujeres siguen intentando recuperar el tiempo perdido.
Hoy
En la América Latina actual, hemos estado viendo un cambio cultural. El interés por el fútbol femenino ha aumentado en todo el continente, hasta el punto de que las instituciones deportivas reguladoras han comenzado a prestarle atención.
Cabe mencionar que en 2019 la CBF (Confederación Brasileña de Fútbol) estableció que todos los equipos masculinos deben contar con un equipo femenino profesional y un equipo base. La FIFA, la institución reguladora del fútbol mundial, ha estado invirtiendo en publicidad y defensa del fútbol femenino.
Esta inversión ha sido fructífera: en 2022, Corinthians no solo logró el récord de asistencia del fútbol femenino en Brasil, sino que también estableció el récord más impresionante de toda Sudamérica, asegurando una audiencia de 41.070 personas en el Neo Química Arena para la final del Campeonato Brasileño.
El récord anterior se estableció en el Campeonato Colombiano en julio del mismo año, cuando 37.100 aficionados estuvieron presentes en un partido entre América de Cali y Deportivo Cali.
La acción de los aficionados en el fútbol femenino llamó la atención de grandes marcas, como Coca-Cola, iFood, Itaú, Latam y McDonalds, que comenzaron a financiar clubes deportivos femeninos y ayudaron a dar mayor visibilidad a los desafíos que enfrentan las deportistas.